jueves, 16 de agosto de 2012

El nombre es peligro


Ayer me encontré con un conocido, recién llegado de Europa él. Una de las escalas de la travesía fue la grandísima Estocolmo de Escandinavia. Luego de las charlas de rutina típicas de estas ocasiones me invitó a ver su disco “H”, una carpeta de almacenamiento de datos muy frecuente en ciertas computadoras corporativas, a ver las fotos de sus día en el viejo continente. Cuando mi cabeza terminó de decidir cómo evitar ese momento incómodo que supone ver fotos de gente que uno no conoce, igual o peor que volver a ver videos de casamiento donde otras personas parecen divertirse, entendí que era una ocasión interesante para ver la camiseta de Racing (mi conocido tiene el corazón del mismo color que yo) en lugares lejanos y también para acercarme a ciudades como Brujas, Amsterdam o Bruselas. Y llegué a la carpeta de la capital sueca. Mi compañero de trabajo es una persona ocupada por lo que mi lengua engulló varias preguntas que nunca pudo realizar, desde donde figura el nombre del precursor Francisco de Miranda en el arco del triunfo parisino hasta si los holandeses son realmente tan drogadictos como dicen. Pero la imagen que me robó más tiempo tuvo lugar en Estocolmo e inmediatamente pensé en las locas vueltas del destino: yo, un declarado fan de Roxette durante mi temprana adolescencia, regalaba mi atención hacia algo que tenía lugar en esas mismas latitudes. Y duele darme cuenta aceptar que Fredriksson y Gessle fueron nombrados antes que Ingmar Bergman o José González. En fin, la fotografía era de un cartel. Vale aclarar que la inscripción se encuentra rodeada de un paisaje increíble pero era tan desconcertante que borraba todo a su alrededor. Y digo esto pidiendo perdón a la chica que supongo la novia de mi conocido que estaba ahí haciendo un gesto de “What´s this?” Y en este tramo aparece la noción de peligro, noción rica si las hay, tiene innumerables formas, hay veces que el peligro da ciertas satisfacciones pero alcanza su máximo nivel cuando llega desde el lado negativo y tenebroso. Es el peligro desconocido, que no da señales pero está, el peligro ninja que se oculta en la oscuridad, debajo del tatami, detrás de una puerta o una señalización. Porque el cartel en cuestión decía “Varning!. Mycket Kraftiga Svallvágor”. No hace falta ser un erudito para saber que la primera palabra significa “Cuidado”, el resto es un misterio, a no ser que seas sueco. Para la mirada del argentino el peligro es el cartel en sí mismo, ese pedacito de madera rodeado de belleza que vemos en la foto y representa nuestro único encuentro cara a cara con el riesgo. Y el tema del lugar que lo rodea (y en este caso el “Lo rodea” puede reemplazar tanto al paisaje como al riesgo, utilice el objeto directo como más le plazca querido compatriota que habla español como este humilde intento de escritor) y acá es fundamental. Somos conscientes que el riesgo se encuentra ahí en algún lugar acechando; puede ser algún tipo de mosquito sueco que si lo pica lo mataría a Ud. en cuestión de segundos a no ser que baile un reggaetón de manera furiosa, o también podría decir “No se sumerja en el lago: disponemos de parlantes subacuáticos que reproducen toda la discografía de ABBA en forma funcional o constante”. Lo cierto es que muchos de nosotros nunca se va a enterar acerca de cuál era el riesgo salvo que aprendamos el idioma escandinavo o, en el más trágico de los casos, hayamos sido picados por el bicho volador del Báltico y nuestra rebeldía contra marea no nos permita danzar al son de ningún ritmo centroamericano. La simple reflexión puede tocar timbre y avisarnos que tal vez el célebre cártel tan solo nos esté haciendo saber acerca de la corriente rápida del lago. Pero la pregunta de porque no tiene traducción en algún idioma aplicable al turista desprevenido que no anda caminando la ruta con diccionarios de cientos y cientos de páginas que irremediablemente quedarán confiscados en el aeropuerto de Barajas no tiene ni tendrá respuesta. Imagino a muchos cultores de la paranoia convencidos de que se trata de una nueva táctica neo-nazi para acabar de una vez por todas con el mestizaje, Frida sabe de qué estamos hablando. La humanidad da para todo, constantemente nos envía a señales, avisos de que estamos haciendo algunas cosas mal. El problema es que no siempre están en castellano.

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